Amsterdam, pueblo movido
El fin de semana pasado estuve en Amsterdam, está bien, pero me dejó una sensación difícil de describir.
La ciudad es como un gran pueblo, puedes recorrerla a pie sin mucho problema, no hay edificios majestuosos ni monumentos inmensos, sólo hay paz y tranquilidad, y agua, mucha agua.
La zona más llamativa es el barrio rojo, donde están las mujeres de mala vida; allí paseando, está la gente muy pendiente de su alrededor y de vez en cuando sale alguien con cara de felicidad detrás de una puerta con cortina.
Paseando por esta zona, te encuentras a cada bicho raro; son narcos, drogos, put@s, etc. Se les nota en la cara, cuando andas tú solo te tratan de vender droga, te pasan por el lado y te dicen: crack, cocaine y unos nombres que no había escuchado en mi vida, pero seguro nada bueno traen.
El mejor de todos fue uno que me dijo: Do you need something, fellow?. Me sentí como en una peli de gangsters...
A veces, cuando te detienes al frente de una de las puertas de las chicas malas, ella abre la puerta y te invita, lo hacen muchísimas veces, a ver qué pescan. El hecho es que una me abrió la puerta a mí y me dice: ¿Quieres entrar?. Me quedé sin palabras y salí corriendo... Era Venezolana, como yo. Se veía que era una chama de dinero.
El metro me pareció malo, no hay mapas en las estaciones de las líneas ni nadie que te ayude. Tienes que tener un doctorado para usar los tickets de 15 etiquetas y hay muy pocas estaciones en la ciudad.
El que vaya para allá, tiene que pasar por el Amsterdam ArenA, el estadio de fútbol y fútbol americano. No pude entrar, pero se nota que es una de los estadios más modernos de Europa, es brutal.
Los domingos son tranquilos, la gente se la pasa en sus casas con la familia. comiendo y hablando, no hay mucho movimiento y se respira un ambiente relajado.
La ciudad mejora muchísimo en la noche, porque hay unos contrastes muy bueno entre los canales de agua y las luces, se ve muy bien, además, al pasar por el barrio rojo, por la iluminación, todo parece ciencia-ficción.
Yo sentí que estaba en un pueblo grande, donde no había mucho que hacer y que podía quedarme dormido en una esquina sin que nada me pasase, esa es la grandeza de este pequeño lugar.